Neko

Ayer por poco estuve de dejar al sinvergüenza como un aironsai. Lo que pasa que en la sofoquina pensé que no creo que la rubia despampanante se encargara de cuidarlo en su silla de ruedas y nosotros vivimos en un tercero sin ascensor, así que lo mejor era no partirle las piernas ni nada. Pero ganas me dieron... El lunes por la mañana estaba nerviosita perdida porque iba a hacer de detetive del sinvergüenza, así que, a las 6 de la tarde le pedí al hijo de la Justa que se quedará con mi Kevin y mi Mari Carmen en mi casa que podía conectarse al interné hasta que yo llegara porque yo me iba a una misión espacial. Le dijo lo de la misión espacial para hacerme la chula y que viera que yo también tenía mis secretillos. Pero el Migue va y me suelta: ¿Qué? ¿A espiar al Paco por lo de la rubia? Me dí tres o cuatro golpes en la pierna derecha como siempre, que yo creo que eso un silocolo(¿silocolo?) tendría una explicación para este hecho pero que a mi me sale así, como de pronto. Pues bien, que ya me he perdido otra vez, deje a los niños y me fuí camino de la fábrica donde trabaja el sinvergüenza. Creo que es mejor ahorrarme el camino, solo que fue penoso por dos cosas: yo iba tan asorta y con tanta pena y rabia y desesperación de estar en esa misión espacial que me equivoqué dos veces de parada y al final me bajé una parada antes e iba tarde con la sofoquina y esos sudores tan malos que me dan a mi cuando me pongo nerviosita perdida. Pero llegué cinco minutos antes de que sonara el pito que los echa a la calle y allí estaba: la rubia despampanante. Quizá fue nuestro señor o la virgen de la Macarena, no sé bien bien que fuerza divina me dió aquella iluminación que me acerqué a la rubia despampanante sudando con decisión y le dije: Buenas tardes, ¿no estará esperando por casualidad al Paco? Ella me miró con los ojos desconciertados. ¿Es que soy su hermana? Entonces la rubia despampanante me dijo: Ah! Pues sí, estoy esperando al Paco, ¿pero no me había dicho nada de su hermana? Entonces fue cuando me desaté: no repito los concetos que dije ni de los bofetones que le arree, pero, enresumiendo, le vine a decir que o dejaba al Paco o no le quedaría ni rubio, ni dientes, ni piernas ni nada. Y salió el sinvergüenza y al verme, allí se quedó como los pirulos voladores: frío como el hielo y dándole vueltas la cabeza. La querida ya no estaba y yo, colorada todavía por los bofetones que le había arreado le dije: Paco, que he ido a las rebajas de aquí mismo y como se me echaba la hora he pensado que te haría una ilusión barbara que te viniera a buscar. Y el sinvergüenza, mirando a los lados como un fugitivo, va y me dice: Bárbara si, bárbara.