Neko

Que ha venido hoy la Pringui muy alterada de la cabeza y me ha dicho que han abierto un gimnasio de esos que tienen pesas y todo, vamos de esos para hacer la alterofilización y que tiene aparatos muy modelnos y que además para que se los visite han repartido invitaciones y la Pringui ha cogido tres: una para la Mariló, que sigue con la policía en la puerta de su casa porque su sinvergüenza está dale que te pego que con él o con nadie y la pobre está que no vive. A ver, que me pierdo. Pues eso, que esta tarde hemos ido al gimnasio ese que se llama GIM YAN que yo no sé lo que quiere decir, pero me ha dicho un señor muy amable de la puerta que le han puesto un nombre como chino por eso de la filosofía del chin y el yan, que tampoco sé lo que quiere decir, pero es igual. ¡Que lujo. Pero lujo! Todo limpito con unos aparatos como esos que se ven en las películas de ciencia dicción del espacio sideral. Las tres nos hemos puesto unos chandales que tenemos para estar por la casa y nos hemos ido a unos que eran iguales, cada una nos hemos puesto en uno y, la Pringui que sabe mucho de todo esto nos ha dicho que se llama sube y baja los pesos porque tienen como una argolla para cada mano que tu te agarras, tiras de ella, te esfuerzas mucho y consigues subirlo o bajarlo, y que eso es muy bueno para la salud. Pues el problema no ha sido el subir o el bajar las argollas sino que con el esfuerzo, pues a la Mariló se le ha escapado un ruido de sus entrañas más íntimas seguido de un olor como a gas butano. La Mariló ha soltado las argollas como si llevaran corrientes y ha dicho: pues me voy a eso de las piernas que ya me he cansado y, de un salto, se ha puesto en una cinta a caminar a toda velocidad sin ir a ninguna parte. Y yo pienso que aparte del problema tan grande con las cañerías que tiene el gimnasio y con la peste a butano que echan las argollas esas, porque mi Mariló aunque parezca que si, pues que no ha sido ella, que no voy a volver porque yo no le encuentro sentido ninguno ni al chin, ni al yan, ni a los pesos, ni a la cinta que camina sola, ni a nada de lo que he visto allí. Que prefiero a la Yeinfonda. Fijo.